• La Casa
  • Grafika
  • Video
  • Musica
  • Canal Youtube
  • Estigma
  • Santiago Pol
  • Animación
  • MYC En Vivo
  • Descargate Este
Monte Y Culebra
Picture

Beldad póstuma

Pendía del techo descascarado como una longeva lámpara de esos teatros donde no existen
más actores que el polvo sobre los clavicordios
y las tablas secas, y las telarañas vistiendo
de novia cada rincón. Sus pies, si se miraban
a estos solamente, pudieran parecer los percutores
de las campanas de las catedrales que ya
no suenan las misas, y que se mueven ligeramente bajo la impercepción del eterno tiempo. A éstos apenas los cubrían una falda de bordes modestos, clásicos y de corte largo; una suerte de mantel
color nácar, que caía como cascada láctea bañándole hasta los tobillos. Sus hermosos dedos se pintaban de una palidez azulada en la que
las líneas secas ya, se enredaban, también azules, bajo la gélida piel.

¡Qué hermosa era!, y más aún ahora. Su tranquilidad, sus ropas ligeras. Sus brazos inmóviles nos pudieran traer a la memoria el aroma denso y aceitoso de una candida doncella descansando en el letargo profundo de un óleo.
Su propia imagen transportaba a nuestros sentidos el sopor intelectual de las mejores galerías,
mientras se saborea entre los recuerdos el calor
en las mejillas por sonreír frente a una exquisita pintura. Ella, por su puesto, no se hallaba en lienzo alguno, pero sus propios colores presumían
ser mezclados por el divino pincel de Da Vinci.
Ni tampoco era obra de Miguelangel, pues no sería atrevido llegar a inferir que en tan buen formado cuerpo, el detalle entre sus marmóreos pliegues, se encontraban también las huellas de las geniales manos de tan laureado escultor.

Si la hubieras visto, me darías la razón en que
es casi imposible admitir que tan basto semblante, rostro sublime y celestial cabellera, no se trata
de otra cosa sino de la excelsa representación humana de lo que aun a Dios no se le está permitido soñar crear. Tanta gloria no puede caber en tan pocos kilogramos de carne femenina, pero la evidencia nos abofetea en suponerlo,
y a la prueba debemos remitirnos al poder decir
a viva voz “es la ahorcada más linda del mundo”.

Picture

La amante en el espejo
Es común amanecer pronto y de golpe como me ha pasado hoy, y es que sin dudar, representas
y vales millones de estas albas prematuras.
Ni en sueño me es posible ignorar, al menos un segundo lo que mucho que te amo y que siempre reinarás, diva toda tú, en el epicentro mas profundo de mi corazón.

Hoy desperté temprano como es de costumbre,
ya que soñar contigo toda la noche y llenarme
de tu exquisita presencia en estos raros reinos
y me sentí turbado fuertemente al palpar el abismo que inspiraba la lejanía de tus abrazos sinceros,
vi. Alejarte tan lentamente que por cierto instante creí que nunca mas volvería a verte, amada mía. Como te dije antes, en un santiamén mi persona fue expulsada bruscamente de tan rico sueño
y me hice sentar, ya consciente de mí, sobre
mi cama que me atajó del fiero trance.

Ya allí respiré poco a poco mientras me reconocía en el mundo real y conté mis partes para saber que seguía siendo una unidad. Apoyé mis manos en la colcha que me sostenía, palpando cada pliegue mientras hacia memoria de los ricos momentos en los que te hice mía en este mismo lugar, como de aquella vez en que nos convertimos en una sola masa de carne sudada, girando
y temblando sobre la misma tela que hoy
me soporta, hecha pliegues como los de hoy.
Me mordí los labios al recordarte nuevamente
y revivir tus suaves mordiscos y los míos en tus tersos labios de hembra tierna. Mi mente se pobló de todos y de cada uno de los momentos en los que nuestras lenguas unidas visitaban cada boca nuestra, de como acariciaba la tuya intentando domarla, mientras sólo lograba enfurecerla y que me atacara dulcemente junto a tus traviesos labios de niña mala. ¡Cuánto amor!, cuántos deseos de quererte aquí y ahora conmigo cerca de lo que es tu pertenencia: yo. Con decirte que sentiría hereje, hoy como cualquier otro de nuestros días, si intentara (contra mis deseos, claro está) sacarte de mi mente y pensar en otra cosa que no seas
tú, tu cuerpo perfecto, moreno, suave y dócil de siempre, con tus bustos de amante desenfrenada, tus caderas maternales y tus ojos llenos de la ternura eterna que te acompaña. A ti te debo, como ya sabes, mi existencia, pues ella solamente se amamanta de la leche tibia de tu amor inconmensurable. 
Abrí nuevamente los ojos luego de imaginarte sobre mi cuerpo y de sonreír y sonrojarme,
no sin antes haber notado en calor suaves de
los primeros rayos del día que se drenaban atrevidamente entre las persianas colgadas en
las ventanas de nuestra habitación, y con ello, y con su luminiscencia sobre mi cuerpo, templo tuyo, asimismo recordé, como con cualquier cosa tuya, los brazos suaves que me cobijaron en nuestras primas noches y nuestros reveladores amane-ceres. Luego toque mi nuca e intenté darme
un masaje tan rico los tuyo y no pude, pues
no estabas tu aquí, que era la única razón de ellos.
Como me lo permitieron las imágenes revoloteando sobre mi cabeza (como memorias aladas), me levanté de la cama y caminé, torpe como siempre que no estoy a tu lado. Paso a paso hacia la sala, y me deshice de alegría al verte allí, levantada, presta a amarme, como siempre, y atenta a cada uno de mis movimientos. Sonreí porque te miraba y vi cómo sonreíste, bella tú, pues sabia que yo lo hacia también. Estabas

sin ropa alguna, allí tan glamorosa, vestida de tus carnes y no bastó verme para que tu incauto pubis se delatara húmedo y presto a mis ataques
de amante demente.

Tu imagen se coló entre mis recuerdos y volví
a ver dentro de mi memoria momentos que sólo vivirán en nuestras almas desnudas. Aquella noche, como recordarás te hice mi dueña y fuiste mi mujer en esta misma sala, cuando el amor no esperó la cama, y me hice dentro de tus cavernas, aquí mismo donde te despedacé la virginidad con la carne tiesa del placer, entrando y saliendo de ti a voluntad, alojando mi piel dentro de la tuya, y haciendo uno y uno sólo nuestros cuerpos en-
venenados de tanto libido. Rodando sobre nuestra improvisada cama de caoba y alfombra.
No resistí más con los recuerdos y lloré al verte

tan cerca, me aproximé, al desnudo como lo estás hoy. Disminuyendo nuestra distancia y aumen-
tando nuestras ansias, mojados de amor
y temblando como gelatinas de cereza, dispuestos a atacar, nuevamente nuestras partes y romperlas de tanto sexo. Pues así, me hago cerca de ti
hoy, te soplo mi aliento sobre tus labios, que me esperan listos y hambrientos, y mis manos tocan
la tuya y te beso, a pesar del espejo que nos separa.
Powered by Create your own unique website with customizable templates.